La
maldición del escritor
Por Anna Salazar Cabarcos
Es
la profesión más infame e ingrata que pueda existir: no por la profesión en sí,
sino por cómo es tratada y vista en la
sociedad.
Los
escritores somos limosneros que a cambio de unas monedas regalamos nuestros
sentimientos, pensamientos materializados en letras, ideas, les facilitamos el
trabajo a los “genios” que con nuestra labor se alzan en los brazos de la
gloria, y se hacen ricos, famosos, cuando ellos no son capaces de hilar dos ideas y ponerlas impresas en un papel.
De
la cabeza del escritor nacen bellas historias que son la columna vertebral, la
base, los cimientos del producto que más tarde, llegará al público. Pero somos
los que menos ganamos, a los que les cuesta y les duele pagar, a los que no
importa que no se les pague.
Somos
los pendejetes sentimentales que se entregan a las causas, que se suman a los
ideales que con vana palabrería y deshonesta destreza nos presentan: y creemos.
Somos presas de tiburones hambrientos
que quieren hacer negocio a costa de nuestro talento, y que cuando ven la obra en
el papel, la minimizan: “Yo hubiera hecho esto mejor” -se piensan- “¡Esto está
tan fácil! ¡¿Y va a cobrar?!” -se preguntan a sí mismos- “¡Híjole, no hay
dinero, no tenemos presupuesto! Aguántanos al 30 de febrero a ver si cae algo y
te pagamos ¿Cómo ves?” -te proponen-
Mientras ellos se llenan los bolsillos de billetes sacando dinero de aquí y allá,
vendiendo la idea del pendejete e iluso escritor al mejor postor.
Adivinaste:
el 30 de febrero nunca llega…
Se
necesita estar loco para ser escritor: pasar horas que parecen eternas sentado frente
a una computadora, ajeno al tiempo que empuja las manecillas del reloj como
esclavo, en círculos perfectos, con su martillito haciendo: tic-tac tic-tac.
¡De
qué valen las letras en un mundo de números! ¡De que sirven los sentimientos en
una humanidad seca! Seguramente hubiera ganado más poniéndome una diminuta
minifalda y un corset a punto de estallar, parada por las noches en una esquina
debajo de un farol, fumando un cigarrito con mirada matadora, seduciendo a
clientes con el liguero de fuera; pero soy muy friolenta y no fumo.
Tal
vez de ama de casa, viviendo cómodamente mantenida por el marido cuidando a los
pequeñines, toda la tarde viendo novelas y haciéndome manicure, pero no quiero
arriesgarme, tengo imán para los vividores; me case con dos. A lo mejor si hubiera
seguido en la política sería muy rica, pero no me gusta decir mentiras.
¡Maldita
suerte, sólo sé escribir!
¿Por
qué me toco jugar este papel en la Cadena Alimenticia Social? ¿Por qué no fui piraña
para tragarme a los estúpidos peces incautos que nadan como idiotas reventando
burbujitas? ¡¿Por qué me toco ser pez incauto, aunque ame las burbujitas?! ¡Bah!
Ojala
algún día prohíban ser escritor: duele el alma y aplana el trasero.
me gusta . . .
ReplyDeleteGracias amigo... mi leal lector!
ReplyDeleteHermoso texto querida amiga, sin ninguna palabra de más, conseguiste expresar el vacío que uno siente al dejar sus sentimientos en el papel. Si fuera por dinero seguramente tendrías mucho más debajo de un farol como dijiste jeje, porque en este mundo todo se mueve por instinto y muy poco se arriesga por los sentimientos o por la razón, Yo acumulo poemas desde pequeño, publiqué algunos... comparto otros pero sigo esperando con mi trasero aplanado como bien dices a que pase algo...Entre nosotros no dejes de escribir porque te sale hermoso, besos
ReplyDeleteMuy honrada con tus palabras Marcelo Daniel, he tenido la fortuna de leerte y eres un gran artista, ojala que algun dia,, nuestros aplanados traseros den buenos frutos jaja un abrazo,;colega!
Delete