Saturday, January 26, 2013

Carta a Dios

Carta a Dios



Por Ana Salazar Cabarcos


Señor,
de antemano pido perdón
si el preguntar es ofenderte,
si tener desacuerdos  es pecado,
si al hablarte como a mi padre te agrede.

Quiero saber, Señor,
a qué se debe que sembraste los “porqués” desde mi infancia,
que me persiguen como monstruos,
acosándome para encontrar la explicación a todo;
los culpables de los insomnios de una pequeña niña,
que hasta hoy,
siendo más vieja,
no encuentra aún la razón de la vida y la muerte,
del amor y el odio,
del bien y el mal,
en un mundo material,
vacío,
superficial,
efímero…

Me diste una pluma para luchar
y balas de letras para defenderme,
en vez de pistola y plomo,
en lugar de filosa daga.

De qué me sirven Señor las letras
que me brotan de la nada,
si para que nazcan las palabras duele,
como un parto,
a veces complicado
porque en cada una de ellas va el alma,
escritas con tinta de sangre:
en ocasiones  malditas,
en otras  palabras santas.

Hay noches que mi cama se rebela, Señor,
me grita que ya basta de llorar,
se enoja cuando vienen los  “porqués”
y le lastima  sentir cómo me revuelvo inquieta
sobre su lomo.

Me empuja,
me saca de su vientre y arrastrando los pies,
encuentro refugio en una silla que me espera con los brazos abiertos.
Fluyen los sentimientos
a través de la pluma:
unos salen por las orejas,
otros por la boca como susurros.

La luna toma su chal y se despide,
el sol llega como si nada,
yo triste porque como siempre,
los “porqués” ganaron la batalla.

¿Por qué se ama?
¿Por qué se sufre?
¿Por qué se vive?
¿Por qué vibro de pasión o muero de deseo?
¿Por qué no puedo arrancarme las espinas del alma?
¿Por qué hay guerras?
¿Por qué la infamia?
¡¿Por qué existo?!

Agotada Padre mío,
la silla cansada de aguantarme sobre sus piernas
me comienza disimuladamente a dar de golpes en el trasero.
La cama me ve con lástima
y me llama,
abre sus alas blancas de tela y me abraza…

Me hubieras dado otras armas para sobrevivir,
no una pluma, Señor,
no una pluma.