Sunday, February 15, 2015

La felicidad y su prima la amargura.




La felicidad es como el acné,  la caspa o las pecas: sin decir una sola palabra… ¡se nota! El que es feliz no tiene que tratar de convencer a nadie de que lo es: su mirada es brillante y la sonrisa le viene fácil, relajada, se pinta en la cara como una suave onda dibujada con una rama en la arena. El que es feliz disfruta de la compañía, tiene agradable conversación, su presencia es placentera y no quieres que se vaya de tu lado. Sus palabras son amables y aún cuando tenga que hacer una crítica, cuida no herir, porque sólo hiere quien tiene odio y rencor en su corazón, sería contradictorio ¿no es así?

El ser humano feliz disfruta igual de las pequeñeces diarias que le regala la vida, que de los grandes logros. No es envidioso, celoso e intrigante.

La amargura es la prima hermana de la felicidad, la fea de la familia. Nada le parece, si no está contenta con ella misma, cómo puede estarlo con los demás. La gente amargada tiene un repertorio suculento de palabras hirientes, de comentarios  sarcásticos e irónicos. Los amargados viven atentos a la vida de los demás, porque su vida es tan aburrida y vacía que tienen que ocupar sus eternas horas de soledad estéril, “grafiteando” otras existencias: ¡vandalismo puro!
Hay un dicho muy sabio que dice: “Tu libertad termina, en donde empiezan los derechos de los demás”. Basándonos en esta frase ¿qué es lo que a ti te hace feliz? ¿Lo tienes? ¿Lo haces? ¿Lo buscas? Cada uno de nosotros tiene el poder para razonar la vida: es laborioso, cansado, un ejercicio a veces doloroso, pero nacemos con las herramientas para ir descifrando los misterios de nuestra vida única e irrepetible (de manera individual: nadie puede saber lo que piensas ni conocer tus capacidades, posees una divina computadora llamada cerebro, y sólo tú tienes el acceso a los programas y archivos,  sólo tú puedes hacer los cambios y modificaciones, no delegues en otros esa responsabilidad. Y tienes un poder incorpóreo e ilimitado en algo tan divino llamado alma: no dejes que nadie la manipule.).
Escucha a tus sentidos, sigue tus corazonadas, pon atención a esa sabiduría interior que te habla y aconseja, a la que yo llamo “La partícula de Dios que vive en mí”, o también lo conocen como “El espíritu Santo”, que se manifiesta cuando tú se lo permites, para otros es Buda, para otros serán los marcianos o Spiderman… ¡quién tú quieras! Escucha a esa energía superior que habita en ti… Él te guiará a la felicidad.

No lo olvides: la felicidad es un grano de acné, la amargura una verruga con pelos… ¡las dos se notan!