Por
Anna Salazar Cabarcos
La
vida de cada ser humano es como las huellas digitales: única e irrepetible,
punto.
Lo
que le funciona a unos, quizás jamás les funcione a otros, por eso con el
asunto de los consejos solo hay que escucharlos, analizarlos fríamente y
escoger lo que podría ser utilizable en nuestro caso.
Cuánta
gente da consejos en general sobre cómo superar las desavenencias, las tristezas,
la depresión, y un@ pasando una crisis de ésas tequileras que desgarran las vestiduras, entonces
escuchas a personas “eternamente felices” que te dan recetas de vida,
aprendidas de memoria como fórmulas para hornear cupcakes, las sigues al pie de
la letra y el mentado panquecito no esponja, una ruina… ¡la receta copyrigth de
vida no funciona conmigo! ¿Soy una looser? … ¡whatever!
Entonces
ves a la gente “eternamente feliz” de existencia perfecta y te sientes más
miserable que una cucaracha: ¡¿Por qué yo no puedo sentirme como ellos si estoy
aplicando sus técnicas?! Armonicé mi
casa según el Feng Shui, me leí tres veces “Metafísica: dos en uno”, entré de
rodillas a la Villa, fui a conferencias motivacionales, me hice limpias de
huevo y pirul con doña Gume, budismo, psicólogo, astrólogo… ¡whatever!
Un
día se cae en la cuenta que los seres humanos vivimos esclavos de la opinión de
los demás, forjamos nuestra vida condicionándola a deseos y necesidades ajenas,
buscamos la aprobación, amarrad@s del cuello a cadenas invisibles que
inexplicablemente nos ahorcan. Nosotros tenemos la clave para salir de cualquier bache emocional; la trajimos
bajo el brazo a la hora de nacer, viene en un kit de supervivencia, pero
tenemos la atención clavada en otra parte. En los malos tiempos los ojos miran la
solución a la incertidumbre en la lejanía, como si estuviéramos perdidos en
medio del desierto, sedientos y a lo lejos, un oasis con una hielera llena de
aguas minerales y snaks nos ofreciera la salvación, pero está tan lejos; es
como el burro con la zanahoria colgando de una varita frente a sus ojos:
inalcanzable. Los oídos sin filtro, escuchan basura revuelta con información útil,
cuando deberíamos ser como aquellos buscadores de oro, que en medio de las
aguas revueltas del río, con la rejilla escogen las diminutas pepitas de oro entre lodo. La boca habla libre, escupiendo el dolor que es el veneno
inyectado que por dentro quema, pero que muchas veces se libera con gente que está
peor que nosotros, con gente vacía que no nos comprende y utiliza la información
resultado de la debilidad, en contra nuestra, para herir, manipular.
Lo
siento, hoy puedo decir con toda la seguridad que no existe la gente absolutamente
feliz, de vidas perfectas de cuento de hadas, el único lugar que he pisado en donde todo es feliz es Disneyland (y hay que pagar la entrada).
Si
te sientes triste, si estás pasando por un momento difícil no te sientas sol@,
miles o millones están en el mismo proceso. Si las técnicas de la gente “eternamente
feliz” no te funcionan respira tranquil@, porque qué crees… ¡a muchos no nos
funcionaron! Si en este momento vives hundid@ en la oscuridad, la incertidumbre
y la tristeza, te informo que much@s estuvimos metid@s en el mismo bote negro
con tapa de concreto, logramos salir y descubrimos un mundo más hermoso (y no
estamos exentos de volver a caer, así practiquemos las enseñanzas de “El
Secreto” al pie de la letra). Las recaídas
son parte del proceso, no te avergüences de ellas. Quiero que algo quede claro: nada es para
siempre…
Busca
tu kit de salvación, lo traes bajo el brazo, fue diseñado solo para ti, lo
encontraras en soledad, concentrándote, analizando. Si necesitas un soplo de cariño
en un receso de tu lucha contra los malos tiempos, acércate a gente que sepas que te quiere bien,
que no son perfectos al igual que tú pero que te han demostrado con el ejemplo,
que son gente de buen corazón.
Se
tú, ya no le des gusto a nadie porque hagas lo que hagas, no faltarán las
opiniones de la gente frustrada que se siente lastimada con la valiente decisión
que tomaste de ser tú mism@: hay quienes no soportan tal osadía y buscarán en
tu forma de ser cualquier motivo para atacar… porque no estas sujet@ a su
dominio.
Somos
perfectibles… pero el camino a la perfección es larguísimo, tal vez en la vejez
se alcance y dudo, en mi humilde opinión, que muchos puedan lograrlo.
¡Liberémonos!
Que digan que somos buen@s, malos, creid@s, sant@s, demonios, brut@s, genios,
loc@s... ¡whatever!
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