Thursday, December 20, 2012

Te quiero


Te quiero
Por Anna Salazar Cabarcos


No sé qué daría,
Por escuchar de tus labios un “te quiero”.

Tal vez el sueño de una noche:
para entregarme al insomnio
como pago de mi dicha,
o las sonrisas de toda una semana,
o cien canciones,
mi alegría,
o mi esperanza.

No se qué daría,
por escuchar de tus labios un “te quiero”.

Quizás la coherencia en mis palabras;
para repetir tu nombre como una letanía,
o la aurora que mancha el cielo en las mañanas,
o mis sentidos,
mi razón,
o mi añoranza.

Tal vez mi voz,
mi vida,
o únicamente lloraría abrazada a tus palabras.



Thursday, December 6, 2012

Atrás de las montañas…


Atrás de las montañas…


La apasionante historia del matador de toros Juan de Dios Salazar


Por Ana Salazar Cabarcos


Iniciaba el mes de febrero del año 1932, cuando Doña Anita dio a luz al que sería el tercero de sus cuatro hijos, fruto de su matrimonio con Don Ismael Salazar.  Oswaldo se llamaría aquel niño que nació una fría mañana rodeado de montañas en un lugar histórico, debido al movimiento obrero de 1906-1907, que culminó en una huelga de los trabajadores de la fábrica textil, la cual fue sofocada  dejando un saldo sangriento, marcando con esto uno de los antecedentes de la Revolución Mexicana: Río Blanco, Veracruz.

Oswaldo vivía una infancia sencilla pero feliz al lado de sus padres y hermanos, riendo y jugando ajeno a las desavenencias  matrimoniales. Un día, sus padres tuvieron que separarse y decidió marcharse con su padre, un hombre bueno y cariñoso que siempre mostró especial apego por el pequeño que hoy se aferraba a su mano.

Así pues sus vidas tomaron otros rumbos y juntos, llegaron a Tepeji del Río. Don Ismael pronto se hizo de una tienda de abarrotes,  se convirtió en una persona querida en el pueblo y como el hombre responsable que era, de las ganancias de la tienda enviaba recursos para mantener a su mujer e hijos que se habían quedado en Río Blanco. Qué lejos estaban de imaginar el cruel y violento giro que les tenía deparado el destino.

Una tarde Oswaldo jugaba a las canicas con algunos amiguitos en la calle, Don Ismael atendía a un cliente; pecando de inocencia o quizás confiando en que era un hombre de bien que no tenía enemigos, jamás sospechó que estaba siendo víctima de una trampa, pues al momento de que el cliente pagó, justo al estar parado frente a la caja registradora una bala apuró el paso, veloz desde la esquina de enfrente, proveniente de una pistola empuñada por un tipo sin alma que sin dar tiempo a nada, se le clavó en el pecho hiriéndolo mortalmente.

Al escuchar el grito de dolor Oswaldo entró precipitadamente, alcanzó a suavizar la caída de su  padre que se desplomó sobre los costales de frijol,  lo abrazó tan fuerte como pudo  tratando de despertar juntos de aquella  terrible pesadilla, Don Ismael sólo tuvo tiempo de mirar fijamente unos instantes  a su querido “negrito consentido”; como le llamaba cariñosamente,  llevándose la imagen de su amado  niño al más allá, mientras el pequeño de tan sólo 7 años, quedaba destrozado, abrazado al cuerpo ensangrentado de su padre.

Oswaldo fue devuelto a Río Blanco con su madre. Doña Anita entonces enfrentó una doble calamidad: haberse quedado viuda y una pobreza extrema al lado de sus cuatro pequeños hijos. Era un pueblo chico enfrentando los embates de una crisis nacional post revolucionaria; se mantenía bordando carpetitas, cosiendo, lavando ropa ajena, nadie le tendía la mano y a nadie le importaba si la joven madre viuda tenía que comer.
Algunas veces los niños  le pedían a la buena y sufrida madre algo de cenar pues tenían hambre, y con la impotencia que causa la pobreza Doña Anita sólo atinaba a decir: “Ve al naranjo y corta unas hojas, ahorita les hago un tecito con miel para cenar”. 

Oswaldo siempre se preguntaba: “¿Qué habrá atrás de aquellas montañas?”, su mente de niño sabía que algo grande estaba oculto tras ellas, pero se veía tan lejos, tan imposible de descubrir.

Cierto día de casualidad se topó con unos jóvenes forasteros, bien vestidos, con zapatos de lustroso charol negro, limpios, que irradiaban una luz especial. Se miró sus zapatos agrietados y polvorientos, abiertos de las suelas, el pantalón lleno de remiendos, el cinturón de mecate y dijo: “¡Yo quiero ser como ellos!”. Se trataba de misioneros de la iglesia católica, ellos fueron su pase de salida. El niño que soñaba con descubrir que había detrás de las montañas que bordeaban Río Blanco, pronto se encontró estudiando en el “Seminario de Misioneros de Guadalupe” , en Tlalpan,  Ciudad de México. Su sueño ahora era llegar a ser misionero e ir a evangelizar a lugares lejanos, llevar ayuda médica, educación, enseñar la palabra de Dios.  Fue un alumno ejemplar, disciplinado y respetuoso, con grandes dotes para la filosofía. Oswaldo ahora era un joven preparado y listo para emprender la gran aventura de conocer el mundo. Sin embargo,  por accidente escuchó una conversación de sus superiores, en donde habían decidido que su futuro no sería el de ser misionero, dada su inteligencia y capacidades sería maestro en el seminario.

Era hora de partir, el momento de volver a tomar decisiones trascendentales, de esas que cambian la vida: dejó el seminario.
Entre trabajos temporales se encaminó a la frontera y la cruzó, llegó a Chicago y desempeñó múltiples oficios, entre ellos cavando zanjas para postes de luz y, con tanta hambre de comerse al mundo como tenía, entre palada y palada de tierra  sacaba el diccionario y repasaba palabras en inglés, hasta hablar el idioma: ahora hablaba latín, francés e inglés. En un par de años regresó a México.

El destino lo llevó a un edificio majestuoso ubicado enfrente de la Alameda Central: El Hotel Regis. Allí se desempeñó como recepcionista, conoció a personajes importantes tanto de la vida política del país como del medio artístico. Cierto día llegó a hospedarse una hermosa mujer, una cantante de flamenco que al mirarlo le dijo sin temor a equivocarse: “Chaval… ¡tú tienes cuerpo de torero!”… ¡Torero! - Pensó Oswaldo para quien no existían los imposibles. Desde ese día las palabras de la cantante rondaron su mente: era su próximo objetivo. Pero… ¿quién era la famosa cantante? Nada más y nada menos que la gran Lola Flores.

El joven entonces se dedica a investigar el lugar en donde se reúnen los toreros a entrenar, hasta dar con un parque en donde toreros, novilleros y aspirantes compartían experiencias, técnicas y se preparaban para las corridas. Conoce a “El Ave de las tempestades”, el gran maestro del toreo Lorenzo Garza. Oswaldo se acercó a la figura:


-        Maestro… Yo quiero ser torero… Si usted me enseña, le regalo mi coche, yo sé que no es mucho pero es todo lo que tengo…

Lorenzo Garza lo miró conmovido y  con la divina sencillez que tienen los verdaderos grandes le respondió:

-        ¡No, chaval! Usted tiene ganas de aprender, no tiene por qué darme nada, véngase el sábado con sus cosas y yo le enseño.


Así comenzó a adentrarse en el fascinante mundo de la tauromaquia. Más por causalidad que por casualidad; porque todo en el universo es una fórmula perfecta, conoce a Lupe Sino, hermosa mujer de amplia sonrisa, enormes ojos y cabellera ondulada, larga y perfumada: la novia del genio del toreo Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, más conocido como “Manolete”.

Lupe Sino queda admirada del  ímpetu de triunfo de Oswaldo y decide apoyarlo, comprándole el pasaje en barco para viajar a España, la cuna del toreo.

Fue un largo viaje, que pareció eterno atravesando el continente en condiciones que no eran de primera clase. Dos meses meciéndose en las aguas a veces  calmas, otras bravías que rebeldes se levantaban haciendo olas y tambaleando el barquito de juguete en medio del mar infinito.

Al salir  de Río Blanco  encontró que existía Estados Unidos, la esplendorosa Ciudad de México y ahora… España. De ahora en adelante Oswaldo, el jovencito que amarraba el pantalón con un mecate, el que pasó hambres junto con su madre y hermanos y mató el hambre con tés de naranjo, el que sostuvo en sus brazos a su padre en el último suspiro, el soñador que se sentó tantas tardes mirando al horizonte tratando de descubrir que había atrás de las montañas, estaba en el viejo continente, del otro lado del planeta. Oswaldo quedaba atrás, de ahora en adelante había nacido Juan de  Dios… ¡Juan de Dios Salazar!  Rápido se hizo de amigos, se coló en el medio taurino como novillero y finalmente  tomó la alternativa en Vinaroz, el 8 de Agosto de 1965, compartiendo cartel con Efraín Girón de padrino, Serranito de testigo y Toros de Sánchez Arjona. Una tarde de corrida inolvidable en la que cortó una oreja en el sexto Toro. Ya era Torero.

Entre peñas taurinas de nuevo la bendita causalidad lo llevó a conocer a otro grande, no sólo de España, sino del mundo entero; el pintor Salvador Dalí, quien al conocerlo quedó prendado de la sencillez y el carisma del matador de toros mexicano, de su arte inigualable. Muchos han llegado a afirmar que Juan de Dios Salazar fue “El protegido” de Dalí. El pintor acudió en varias ocasiones a ver a Juan de Dios torear, extravagante, acompañado de Gala, su amada musa. La admiración entre el torero y Dalí era mutua, tanto así, que un día el pintor lo citó en su hotel junto con algunos periodistas, le hizo ponerse el traje de luces, lo invitó a subirse a un escritorio y el genio del arte con maestría comenzó a trazar en el lienzo, abstraído en la imagen que tenía frente así hizo nacer una obra que llevaría por nombre “El torero alucinógeno”, el cual de manera abstracta representa en el rostro del torero a la República Mexicana, los colores de la bandera de México, una plaza de toros, a Gala en la esquina superior izquierda, un homenaje a su amigo, al arte de los toros, a México.

El arte del matador lo lleva a conocer Francia, hace amistad con Orson Welles, es amigo de importantes escritores y artistas. Después de años de radicar en Europa se casa con una bella modelo española en el monasterio de Montserrat y tienen una hija. Juan de Dios decide regresar a México.

En su patria incursiona en el periodismo y en la política, crece la familia: tienen tres hijos más. Finalmente radica en Ciudad Nezahualcóyotl,  hace a un lado el toreo, junto con su esposa e hijos inician un negocio familiar, llega a ocupar diversos cargos en el gobierno de Estado de México e incluso es diputado federal.

Juan de Dios, conocedor de primera mano de las necesidades de los que menos tienen, ha consagrado su vida a la lucha por el bienestar social, a la crítica contra la corrupción; lo que ha ocasionado dos atentados contra su vida. Hoy en día es un hombre apasionado de la lectura, del estudio de las leyes y un amante apasionado de la democracia.

Fue un gran hijo que jamás descuidó a su madre por lejos que se encontrara, vio por ella hasta el último minuto de vida de Doña Anita, quien casualmente murió con él a los 92 años. Ha sido un ciudadano ejemplar, un esposo amoroso y responsable del gran compromiso que adquirió con su esposa hace 48 años, un padre devoto, siempre dispuesto a dar amor y apoyo a sus hijos.

Él nos demostró, a sus cuatro hijos, que atrás de las montañas existe un mundo maravilloso que puede ser tuyo con el simple hecho de tener el coraje y las agallas para emprender el camino, nos enseñó que no existen los imposibles y que el límite para realizar los sueños lo pone uno mismo. Nos inculcó el amor al prójimo, a Dios y hasta el día de hoy, es un hombre lleno de planes y proyectos, para el que ni los mares, ni los desiertos, ni aún las montañas pudieron  detener.




Con amor, su esposa Mary, y sus hijos Ana Mary, Pepe, Oswaldo y Juan de Dios (qepd).



"El torero alucinógeno"
Salvador Dalí





Juan de Dios Salazar posando para Salvador Dalí.

Sunday, December 2, 2012

Te vas… me voy…


Te vas… me voy…

Por Ana Salazar Cabarcos

Te amo porque tu espíritu es libre como el mío,
porque vienes cargado de besos que me pegas en la piel
y te vas…

Me dices quedito al oído lo que yo quiero escuchar,
te enredas en mi pelo,
te entrelazas en mis dedos
y no,
no te quedas…
te vas…

No necesito mitades, 
soy entera y completa puedo ser de ti,
e íntegra como soy,
tomo mi capa de estrellas
y no me quedo… 
me voy...





Wednesday, September 12, 2012

"Habitantes del 4to piso"

Dolor de espalda
Por Anna Salazar Cabarcos


A todos los habitantes del cuarto piso (o sea los de 40 pa’rriba), quiero compartirles un descubrimiento que hice accidentalmente y quizás a ustedes les pueda ayudar. A raíz de un percance que tuve hace un par de décadas (de diez años cada una, claro) , he sufrido de dolor de espalda. Últimamente los dolores eran más fuertes y a veces lloraba a moco tendido. Dejé de hacer el sagrado ejercicio que realicé por 4 años consecutivos, en 6 meses he subido unos kilitos… ¿o kilotes? Aunque en gustos se rompen géneros, porque hay hombres inteligentes y divinos a los que les gustan las mujeres rellenitas de amor… whatever! En México me hicieron unas placas; no del coche porque allá ni manejo y para mi mala suerte, cuando manejo no me escapo de las “mordidas”, unas radiografías para verme más correcta, y el doctor (por cierto muy guapetón), me dijo que estaba sufriendo de deterioro de los discos de la columna, se estaban haciendo cóncavos en lugar de cuadrávalos, o sea con un huecóvolo en medióvolo. Como tengo la sangre más fría que la de un cocodrilo, lo tomé como un desafío y me dije a mí misma: “Mí misma, tienes que encontrar el remedio más eficaz para ayudar a los discos de tu columna, antes de que  termines transportándote acostada en una patineta”. Regresé a mi amada tercera patria y comencé a hurgar en prestigiosas revistas de investigación:  primero en TV Notas, luego en TV y Novelas y hasta en el periódico Alarma de la ciudad de México, hasta que desfallecida, derrotada, meditabunda,  me fui a comprar “Colageno” pensando: “Bueno, si al rato ya no puedo caminar, de perdida me veré bonita y sin arrugas, con mi cabello y uñas lindas”. Tomé las primeras 3 pastillas, al rato 6, 9, 12 (porque son de tres en tres y aunque están grandotas, con un buchezote de agua si pasan, más si al final das unos brinquitos)… ¡Milagro! ¡De repente me dejó de doler la espalda! Entonces puse en google search: “propiedades del colágeno” y encontré maravillosa información:

1.- Colágeno se ha utilizado ampliamente en cirugía estética, como una curación ayuda para los pacientes de grabación para la reconstrucción del hueso y una amplia variedad de propósitos dentales, ortopédicos y quirúrgicos.

2.- Es fundamental mantener un nivel eficaz de colágeno en el organismo, ya que no solamente interviene directamente en mantener la juventud de la piel, sino que también es un componente principal de todos los tejidos como los huesos, músculos, tendones y ligamentos... esencial también para mantener un buen nivel de actividad física y vitalidad.

3.- BENEFICIOS DEL COLÁGENO
  • Puede disminuir el dolor, la inflamación, el edema y la rigidez de la artritis reumatoide, la osteoartritis, la artritis juvenil y la gota.
  • Interviene en la reparación del tejido cartilaginoso.
  • Fortalece los huesos, las articulaciones y las uñas.
  • Mejora la firmeza de la piel y ayuda a cicatrizar las heridas.
  • Fortalece el cabello.
  • Favorece la recuperación el cuerpo después del ejercicio

¡Ya no me duele la espalda y ahora sí estoy lista para comenzar a hacer ejercicio de nuevo!… el problema ahora es que me da flojera jajajaja.
El que yo tomo se llama: “Super Collagen + C” y si lo buscan en internet sale en 68.00 dólares más gastos de envío, pero como soy abusadilla busqué y busqué hasta que lo encontré en Sam’s Club, a 17.00 dólares más los gastos de un rebanada de pizza y una soda que se me antojaron en la cafetería de Sam’s. Para los que sufran de dolor de espalda o dolores óseos y musculares ésta es una buena opción, recuerden antes que nada que si están tomando medicamentos o son alérgicos a algunas sustancias  deben consultarlo con el doctor, el yerbero o su brujo de Catemaco.
Hasta pronto!


Wednesday, September 5, 2012

Ser comediante

Por Ana Salazar Cabarcos

Ser comediante es una de las cosas más difíciles y a la vez, gratificantes que existen. Trabajas en soledad dependiendo únicamente de tu talento, de pronto te encuentras en un escenario que parece eterno, en una playa desierta de piso de madera y una decena de soles en forma de reflectores cegándote, iluminando cada centímetro de la anatomía, exponiéndote de lleno a la crítica y a la observación minuciosa. Del otro lado, escondidos tras la luz cegadora, cientos de ojos puestos en la figura parada en medio de la nada, con las bocas horizontales y los oídos ávidos de escuchar cómo ése osado ser, transforma lo cotidiano en fabuloso, parodia el dolor y la tristeza, se mofa de la vida, de la muerte  y de sí mismo.

El comediante sublima al peladito de la calle, a la sirvienta pueblerina, al mendigo, al borrachito dicharachero, a personajes que en la vida diaria pasan inadvertidos y que allí, son el centro del universo, el eje que hace girar la imaginación y a bofetadas, despiertan al humor que reacciona a carcajadas.

Para ser comediante se debe ser valiente, aprender a reírse de uno mismo rayando en ocasiones en una crueldad que a la larga, cubre de callos  la autoestima y la hace indestructible, férrea, sólida como un muro de concreto. Sólo venciendo el temor a la crítica y la autocensura, encontrará  libertad para crear.

Pero contrariamente a lo que pudiera pensarse, es un ser altamente sensible porque para encontrar el humor de la vida: que es como buscar pepitas de oro en un río de aguas revueltas, sus sentidos están sumamente desarrollados, y sufre, se acongoja, se siente incomprendido en un mundo al que poco le interesa reír o ser feliz.

Al terminar el espectáculo el artista guarda los aplausos en su caja de maquillaje, las risas las enreda en la peluca o debajo del sobrero y marcha, solitario, a refugiarse a su guarida en donde a veces existe más dolor y tristezas que en otros lugares, en donde hay soledad, desamor… a veces hambre… al mundo que nadie conoce porque nadie podría concebir que un artista de la risa pueda sentir tristeza o pasar penurias.

A veces se es menospreciado, mal pagado y visto como un accesorio más de los espectáculos en donde se da prioridad a la belleza física antes que al talento. El comediante es un ser mágico, valeroso, creativo y digno al que se le debe querer y respetar, pues tienen la misión de hacernos olvidar las tragedias diarias y aunque sea por un momento, transportarnos a un mundo en donde una vez adentro, no puedes dejar de reír.

Dedicado a todos mis compañeros comediantes, con todo mi amor y respeto.

Friday, August 31, 2012

Marifer


Por Ana Salazar Cabarcos

Resguardada en el escudo de tu imagen,
me hago rizos con las cintas de tu risa,
esperando con paciencia a que amanezca,
y salga el sol,
ese sol que es sólo nuestro.

Por las noches te cobijo con mis manos,
que espantan a fantasmas de mi angustia,
dándome el calor que fortalece,
con tu halo que me toca como brisa.

Déjame asomarme mientras duermes,
al fantástico mundo donde habitas,
coloreándote los sueños con mi brocha,
escribiendo las historias con mi tinta.

A la hora de mi muerte ya no temo,
pues seguiré viviendo en tu sonrisa,
en el contexto de tu voz y tus palabras,
en el brillo de tus ojos cuando miras.

Sólo vivo y existo por tu causa,
enlazada a la tierra por tu magia,
si un día parto,
no llores,
va mi alma,
contigo hija… ¡en todas tus batallas!




México


Por Ana Salazar Cabarcos

A ti,
amada tierra,
forjadora de los hombres
que hacen grande a nuestra Patria,
dedico todos los amaneceres
que son símbolo de esperanza.

A ti,
pueblo mexicano,
cándido y aguerrido
que llevas como estandarte
a la gran Guadalupana,
dedico miles de canciones
con el cantar de mi guitarra.

A ti,
México mío,
de colores vibrantes y encendidos,
con olor a adobe y nostalgia,
dedico una serenata
con las voces de cigarras.

Y así podría pasarme
dedicándote tantas cosas;
a tu urbe,
          a tu campo,
a tu espíritu,
         a tu gente,
al águila aposentada
en la diadema de tu frente.

Te levantas cual coloso
sobre el gran Popocatépetl,
en espiral hasta el cielo
para robar los misterios,
de los confines del tiempo.

Por eso eres místico y tan bello,
mágico,
siempre eterno:
resguardado por jaguares,
perfumado con incienso
y por las alas de quetzales.

 ¡México!
Vestido de gran sarape,
con listones de ilusión;
¡en  oro tengo bordado,
tu nombre en mi corazón!






Tuesday, August 28, 2012

Entre el odio y amor.


Por Ana Salazar Cabarcos

Juré no sentir más odio por ti,
porque el odio es hermano del amor,
así que de un solo tajo arranqué ambas cosas:
odio y amor,
los tuve  entre en mis manos
que eran como garras.

Ese día me desangré,
aullé de dolor,
me revolqué de angustia muchas lunas,
mis lágrimas inundaron más de una vez la habitación,
me monté en un bote
y partí sobre esas aguas saladas de mis ojos,
a un mar sin color;
allí no existía ni el cielo ni la tierra,
no había principio ni  fin.

Tomé con rabia ambos sentimientos:
Odio y amor…
los agarré del cuello y los sumergí sin piedad,
ignorando sus gritos,
su desesperación,
y cuando dieron el último suspiro
me sentí liberada,
ya no más esclava de ellos dos.



¡Ah, qué tiempos señor don Simón!


Por Ana Salazar Cabarcos

Hoy un amigo me hizo recordar aquellos tiempos de la niñez,  épocas lejanas que han pasado como ráfaga pisoteando no sólo el calendario, sino también  por encima de nuestra humanidad, arrugándonos la piel con el arrastre de las patas del reloj, dejándonos cada vez más sordos con el eterno tic-tac que no para, hasta el día de nuestra muerte.

¡Cómo olvidar la época de lluvias! En la ventana estaba atenta con  mi hermano un año menor que yo, esperábamos ansiosos a que parara de llover; como espejismo brillaban los gigantescos charcos. A escondidas de mi mamá, salíamos a brincar, a retozar, a chapotear en el agua turbia de la improvisada laguna. Lo mejor venía al pasar los días y el agua estancada comenzaba a descomponerse. En su hediondez brotaba a la vida  un ejército de mosquitos acuáticos, de diminutos insectos parecidos a “caballitos de mar”, los que atrapábamos en vasitos para contemplar cómo se retorcían como resortes. Pero el premio mayor eran los ajolotes: unos animalitos con cuerpo de bola y cola resbalosa, sus branquias parecidas a plumas y una boca en forma de extraña sonrisa, de patitas minúsculas  (también conocido como el “”monstruo de agua”” ó “pez mexicano que camina”: fue parte clave de las leyendas y la dieta de los aztecas). 

Y luego los ventarrones que levantaban la tierra de la naciente Ciudad Nezahualcóyotl, formando una  especie de tornados de color amarillo, llevándose a su paso los techos de lámina de las humildes casas, y con ellos, uno que otro bebé que sin imaginar que la tragedia merodeaba, se mecía como en capullo  en la hamaca que colgaba de las vigas endebles de la pobre choza. No conocíamos de gérmenes: todos le mordíamos a la torta de todos. Los más pudientes las llevaban de jamón con queso, de huevo, de milanesa, mientras los menos afortunados no pasaban de la eterna, pero fiel, torta de frijoles. 

El día de Reyes todos los niños en la calle, prestándonos los juguetes: contando cómo escuchamos a Melchor entrar a la casa, o a Baltazar y Gaspar acomodar los regalos en la sala, los más osados juraban incluso haberlos visto. En la tarde la deliciosa Rosca de Reyes con un chocolate espumoso y calientito, tenía que ser chocolate Abuelita, claro.Bebíamos agua de la llave; aún viniendo de cisternas llenas de lama, insectos, lombrices e incluso filtraciones de lodo… no nos enfermábamos. Afuera de la primaria no podían faltar los vendedores ambulantes, con sus mesitas mugrosas repletas de dulces, de chicharrones de harina “preparados” con “cueritos” de cerdo, col picada  y salsa picosísima.Nos teníamos que comer todo lo que sirviera mamá, incluso hígado, no éramos “especiales” como los niños de hoy, que necesitan menús sofisticados y se la pasan seleccionando del plato lo que “no les gusta” porque “se ve feo”, comíamos jitomate, mayonesa, aguacate, tortillas: comíamos con la boca, no por los ojos.

¡Qué rápido pasa el tiempo! Lo bueno es que yo disfruté al máximo mi época de niña: subí a los árboles, me caí una y otra vez, rompí muchos zapatos de tanto correr por los empedrados, me pelé las rodillas infinidad de veces, me metieron jalada de la oreja directito al baño: sudorosa, llena de tierra, de lodo. 

En la época de lluvias nunca faltó en mi cuarto el vaso de agua apestosa con un preciado contrabando de ajolotes, o la huevera de alambre con lagartijas, o una víbora que se me escapó y  acabó tristemente sus días al esconderse en la pantufla de uno de mis hermanos: al meter el pie casi muere del susto… y la apachurró. Si esas épocas fueron  maravillosas… ¡las que vienen tienen que ser espectaculares!


Monday, June 25, 2012

El juego

El juego
Por Ana Salazar Cabarcos

Tus ojos retan  mi deseo,
con tu sonrisa malvada me provocas,
acaricias con la mirada,
me tocas con la vista y me dejo.

Dices mi nombre
Y se me antoja un beso,
me acerco,
tú me castigas quedándote quieto,
me alejo,
empieza de nuevo el juego.

Acaricias tu pelo, negro,
tu hermoso pelo,
vuelve la sonrisa malvada;
la que provoca,
y yo temo acercarme,
me quedo quieta,
te acercas,
te alejo,
me tomas,
me dejo,
y así eternamente jugamos a eso.


Contemplándote


Contemplándote
Por Ana Salazar Cabarcos

Entra la tenue luz de los primeros rayos del sol,
y tu cuerpo yace tendido sobre sábanas blancas,
todo es silencio,
sólo se escucha el aire que sale suavemente de tus pulmones.
Me pierdo contemplándote,
con la mirada acaricio tu piel,
que debe estar tibia,
que aún huele a mí….
Tus labios entre abiertos me llaman quedito;
aunque tú no lo sientas porque duermes,
pero yo lo sé.
Con la mano voy recogiendo los besos
que me sembraste palmo a palmo,
y entonces empiezo a sentir que quiero estar junto a ti;
me acurruco a tu lado,
el corazón late deprisa y  despiertas…
las sábanas forman remolinos,
sube la marea:
nos ahogamos en la inmensidad de mi cama.


MOMO

Momo
Por Ana Salazar Cabarcos


¡Momo, Momo de mi vida!
Todos se han ido y tú sigues aquí,
como un ángel
detrás de la puerta cuidando mí sueño,
secándome las lágrimas
con tu hermoso cabello de miel, de oro.

Me escondo dentro de tus enormes ojos,
para que la tristeza nunca me encuentre.
Ellos son la entrada a un  paraje mágico,
en el que todo es verde,
de bellas flores;
allí  las hadas tienen su casa,
es el lugar en donde las orugas se visten de mariposas,
el agua se pinta de azul,
a donde se van a peinar las sirenas.

Tus pequeñas manos son un recinto de paz,
el olor de tu inocencia me embelesa,
me cautiva,
con voz divina rompes el silencio,
traviesa libélula,
mi niña traviesa…

Tu amor es lo único que tengo,
mi tesoro más sagrado,
eres mi puerto,
mi luz,
toda la razón de mi existir…