Thursday, March 8, 2012

Ana y sus netas: Añoranza por mi tierra....

Ana y sus netas: Añoranza por mi tierra....: Por Ana Salazar Cabarcos Cierro los ojos y claramente puedo escuchar al gallo, valentón, henchir los pulmones de aire para anunciar un ama...

Añoranza por mi tierra....

Por Ana Salazar Cabarcos


Cierro los ojos y claramente puedo escuchar al gallo, valentón, henchir los pulmones de aire para anunciar un amanecer más; es un llamado al sol que alimenta a las milpas, a las mujeres que huelen a flores del campo para que alisten la masa y hagan tortillas y atole. El cielo es el más azul que pueda existir, y los niños corriendo entre la yerba se confunden con las mariposas y libélulas, que besan y abrazan a las flores.

Abro los ojos y estoy aquí, lejos de mi tierra, de mi pueblo que es ahora parte de los sueños.

A menudo me gusta ir al Este de Los Ángeles a buscar a los vendedores de elotes, que en un simple carrito de súper mercado, llevan a cuestas uno de los olores y sabores más tradicionales de México. Cómo olvidar a los eloteros afuera de las iglesias y panaderías, envueltos en humeante cortina de vapor de maíz poniendo a los elotes con maestría el traje de novia; vestido de blanca mayonesa, capa de queso y para darles un poco de color, una salpicada de chile piquín, como si se tratara de una diminuta lluvia de claveles.

Las fresas, las naranjas, los limones que se recogen día con día en los campos de cultivo y van barnizados con las notas musicales del “Cielito lindo”; que bien recomienda cantar en vez de llorar, porque sólo así, cantando, se pueden alegrar unos corazones que anhelan volver algún día al lugar que huele a tierra fresca, en donde los ríos se deslizan rumorando entre las montañas, a donde los árboles crecen muy altos y se abrazan entre sí como hermanos; a donde se quedaron los padres, los abuelos…nuestra infancia.

De vez en cuando nos reunimos los amigos, abrazamos a la guitarra como para bailar un tango y cantamos desgarrando las gargantas, como si nuestro canto; que no necesita visa, pudiera atravesar la frontera y llegar hasta donde están nuestros pensamientos.

Hoy por la mañana descongelé una tortilla, abrí una lata de frijoles y me hice un taquito para desayunar, quise crear ambiente y recordar a gusto. Preparé un café y lo serví en una taza de barro, de ésas que en México le dan sabor al café de olla y al champurrado y aquí producen cáncer por el plomo; sería bueno saber qué opina mi abuelita de 99 años que lleva tomando su café con leche desde que era una niña, en el enorme jarro de barro, café y brillante, despostillado y barrigón.

Por la tarde me iré a sentar cerca de las vías del tren para volver a esos días en el pueblo, cuando al son del “¡chu-chu!” todos corríamos a recibir a los parientes que venían “del otro lado”, cargados de “billetes verdes”.

Me siento en la estación y pido con todas mis fuerzas que mi fe de niña regrese, que el tren me lleve de regreso a casa porque me está comiendo la nostalgia, porque siento añoranza por mi tierra, por mi familia, por mi gente.










Ana y sus netas: Con nostalgia... más no añoranza!

Ana y sus netas: Ella...

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Ana y sus netas: Árbol de amor

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Ana y sus netas: La caída

Ana y sus netas: La caída: Por Ana Salazar Cabarcos Soñando que despertaba, me encontré en mundo azul, sentada a la orilla del cielo columpiando los pies, al ritmo...

La caída

Por Ana Salazar Cabarcos

Soñando que despertaba,
me encontré en mundo azul,
sentada a la orilla del cielo
columpiando los pies,
al ritmo del  sonido del viento.


Abajo, podía contemplar,
con la claridad de un cristal,
la realidad;
imperturbable y acompasada,
marchando al ritmo
que le marcaba el tiempo.

Sobre mi nube,
vi pasar ante mis ojos
infinidad de lunas y soles,
más un día cualquiera,
la nube comenzó a llorar
desgarrando poco a poco
su incorpóreo cuerpo.

Aferrarme a las nagüas de mi nube
me fue vano,
cayendo ya,
sin remedio,
a esa tierra de la soledad
llamada mundo.

Caí entre pájaros y flores,
y pronto los monstruos de la noche
transformaron el calor del color,
en bochornoso frío.

Siguieron las huellas de mis pasos,
mis pies de lluvia,
y me empujaron,
sin piedad,
al quejumbroso asfalto de las calles;
al lugar en donde moran
los constructores de las urbes.

Iba yo,
vestida de verde pasto,
con un velo eterno de rocío
y un collar de diez estrellas.

Aquí,
descubrí a la risa pintada de luto,
vestidita de negro…
perfumada de incienso.

Gente transitando velozmente,
ferozmente
sobre su gris naturaleza;
llevando en los zapatos la conciencia
y en los hombros,
quizás,
la dolorosa carga de su pena.

Grandes gargantas
al unísono,
lanzaban humo sin cesar,
guiadas por los acordes de la muerte,
cegando a los hombres sin nombre
para impedirles ver,
lo que se ve más allá
de sus mil torres de Babel.

Apenas cerré los ojos,
otros hicieron suyo mi vestido verde,
mi rocío,
mis hermosas diez estrellas,
y pronto los monstruos de acero
siguieron mis cansados pasos,
lanzándome,
sin compasión,
a la amarilla tibieza
de una desierta playa.
 
Cubrí entonces mi desnudez
con finísima tela de agua,
ahora de color azul del mar;
me puse un gran olán de espuma
y unos zapatos de arena,
con su tacón de sal.

Tres sirenas me cantaron,
tres sirenas me arrullaron,
¡tres!
tan sólo fueron tres,
más su canto semejaba a un coro celestial.

Ahora quería retornar,
volver a vivir en  mi antiguo sueño
para sentarme a la orilla del cielo:
y tal parece que Dios escuchó mi ruego,
pues me convertí en vapor;
terriblemente etéreo,
frágil,
escandalosamente blanco,
y me abracé a una nube,
a mi mundo azul,
volviendo a columpiar mis pies
al cadencioso sonido del viento.


Monday, March 5, 2012

Árbol de amor

Por Ana Salazar Cabarcos

El amor es como un árbol sereno sentado en el huerto de la vida…

En cada rama se acomodan nidos repletos de huevos rellenos de ilusiones.

Es un árbol como muchos, como pocos: hay hermosas aves que llegan a escribir las partituras de sus canciones en las verdes hojas y, usando sus alas como brochas, surcan los cielos pintando de colores el horizonte.

Existen también insectos: molestos, dañinos y oportunistas. Ellos poseen el arte de penetrar hasta las raíces y llegar al fondo,  con esa ventaja corroen, carcomen, lastiman.

Uno que otro sapo funda su imperio en un agujerito, y desarrollando la simpatía como máscara contra su fealdad, croa alegre cada noche dando serenatas para conquistar.

Alguna vez se detiene a descansar una mariposa con alas de tela, hermosa, muy serena se posa en la copa del árbol como una bella flor en la cabeza de la mujer que se alista para ir a ver a su amante.

No pueden faltar las ratas que se las arreglan y suben hasta los nidos y se llevan una ilusión en huevo, para tragársela e ir a tirar el cascarón de la no nacida en medio de la nada.

En la primavera diminutas flores sonríen y tímidas, se cubren la carita con sus pétalos.

 El aire seduce todo el tiempo al árbol del amor y lo hace bailar, estremecerse, aullar de placer.

En él se dan frutos a veces dulces, a veces amargos, y estar bajo su sombra es un alivio; cuando hace sol, cuando hace lluvia.

Este es un árbol hecho de la mejor madera….este es un árbol de amor.




Ella...

Por Ana Salazar Cabarcos


Deja escapar de su boca tibio vaho que mancha el vidrio de la ventana. Afuera hace frío, el viento sacude las ramas de los árboles y con ello termina la esclavitud de cientos de hojas que despavoridas se dejan llevar por la corriente de aire.



Dibuja una puerta con el dedo sobre el húmedo cristal. Adentro la casa es tibia: huele a un abrazo de mamá, a papá cuando llega del trabajo, a los lápices de la escuela.  Mira precavida que nadie la observe y escapa por esa puerta a un mundo que es sólo de  ella.

Allí es a donde pertenece: no hay tiempo ni espacio, juega con los colores en las manos y pinta árboles azules. Camina sobre las aguas del mar, de un salto llega al cielo y se cuelga estrellas en el pelo. Habla con las flores, se monta en las mariposas y tiene un hermoso caballo blanco que galopa cruzando montañas y valles, desiertos de sal y arena.

El llamado de mamá que sirve la merienda es la señal de que es hora de regresar.

Cierra tras de sí la puerta de vaho que llorosa se resbala por la ventana y se come la llave.

Ya han pasado algunas décadas, su cuerpo se transforma, el mundo cambia, la piel se arruga pero adentro del envoltorio  que es atropellado por el tiempo, ella sigue siendo exactamente la misma niña que se esfuma a su lugar secreto en las tardes frías, de lluvia y viento.

Ella guarda la llave en medio del pecho, entre los dos pulmones; en donde comienza y termina la vida. Esa puerta es su más grande tesoro, el único lugar en donde realmente es feliz.








Con nostalgia... más no añoranza!

Por Ana Salazar Cabarcos


Hoy me encuentro parada en la cima de una montaña en donde el viento sopla fresco, oliendo a tarde, a pasto, alborotado mi pelo travieso y mi piel se deja acariciar por la mano sensual del aire. El sol pinta de tonos rojizos las nubes y alrededor todo es calma, tranquilidad. En la nada de este estado de paz, en medio de mi maravilloso universo cierro los ojos y recuerdo con nostalgia: más no con añoranza, a un viejo amor. Parece que fue ayer cuando abrí la cerradura de mi pecho y le entregué mi corazón, completo, latiendo tibio, lleno de vida. Él se lo guardó en la bolsa del pantalón y agarrados de la mano nos dedicamos a soñar, a escribir historias con besos, a coleccionar esperanzas como si fuesen globos de colores… Más un día las sombras negras del mundo, envidiosas de ese amor tan grande que vivía en mi corazón, entraron en el alma de aquél que a final de cuentas no me amaba tanto como yo a él, y poco a poco volvieron su corazón de piedra: las promesas se volvieron mentiras,  los  besos se marchitaron, las esperanzas se soltaron de la mano y volaron lejos, sin dirección. Entonces un día me quede allí, con el pecho abierto y el hueco vacío, desangrándome. El, se sacó mi corazón del bolsillo y lo fue a tirar entre la maleza, para que fuera devorado por los lobos. ¡Qué agonía tan grande! ¡Qué dolor tan insoportable el tener el pecho rasgado y el alma descuartizada en mil pedazos! El hombre que yo amé murió, el duelo duró mucho tiempo, demasiadas lágrimas. Hoy, él ya no es él, es un ser diferente, irreconocible, desdibujado y machacado del espíritu, perdió la esencia, vaga sin dirección: la belleza de su ser terminó pulverizada entre el lodo, en lo más bajo del abismo. Pero cierro los ojos y en mi mente existirá siempre mi amor, mi viejo amor con su sonrisa amarrada a la mía. Con el amor a la vida me formé un nuevo corazón, y usando como hilo y aguja el coraje y la valentía,  lo metí dentro de mi pecho y lo cosí. Así fue como estrené vida,  ilusiones, nuevas alegrías. Que los muertos nos dejen bellos recuerdos y descansen en paz… que los vivos disfrutemos la vida que pasa rápido, que es hermosa y que tiene muchos amores aún que ofrecernos.




Va de nuevo!

Por Ana Salazar Cabarcos

Gracias a un suceso inexplicable, mi anterior blog de  "Las netas del planeta" desapareció, fue una gran pérdida emocional para mí, ya que en cada cosa que escribo va un momento importante de mi vida; sentí como si hubiera tenido una larga y hermosa cabellera que de tajo, con vil tijera de jardinero, fue cortada inmisericordemente. De nada vale llorar, y eso que lo diga yo que soy de llanto fácil es cosa seria. Gracias a mis queridos amigos que gustan de leer mis relatos he vuelto a escribir en un nuevo blog. Espero no defraudarlos... I love you so much!