Friday, September 13, 2013

México



Por Ana Salazar Cabarcos


A ti,
amada tierra,
forjadora de los hombres
que hacen grande a nuestra patria,
dedico todos los amaneceres
que son símbolo de esperanza.

A ti, 
pueblo mexicano,
cándido y aguerrido
que llevas como estandarte
a la gran Guadalupana,
dedico miles de canciones
con el cantar de mi guitarra.

A ti,
México mío,
de colores vibrantes y encendidos,
con olor a adobe y nostalgia,
dedico una serenata
con las voces de cigarras.

Y así podría pasarme
dedicándote tantas cosas;
a tu urbe,
          a tu campo,
a tu espíritu,
         a tu gente,
al águila aposentada
en la diadema de tu frente.


Te levantas cual coloso
sobre el gran Popocatépetl,
en espiral hasta el cielo
para robar los misterios, 
de los confines del tiempo.

Por eso eres místico y tan bello,
mágico,
siempre eterno:
resguardado por jaguares,
perfumado con incienso
y por las alas de quetzales.

¡México!
Vestido de gran sarape,
con listones de ilusión;
¡en  oro tengo bordado,
tu nombre en mi corazón!

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Tuesday, September 10, 2013

Gatos

Por Anna Salazar Cabarcos

Gatos de la oscuridad…
que bailan al ritmo de las sombras,
con sinfín de fantasmas y duendes,
riendo y llorando sin cesar.

Gatos de la oscuridad…
amigos íntimos de la muerte;
arrastran cadenas y espíritus,
en las tinieblas de la soledad.

Gatos de la oscuridad…
que lanzan miradas de fuego,
gritando con voces de brujas,

danzando entre furia y placer.



Tuesday, September 3, 2013

CRÓNICA DE UNA AVISPA EN UN OJO

Por Anna Salazar Cabarcos

Si, que día tan maravilloso y soleado era aquel primer lunes de septiembre. Regresaba con mi hija y mi yerno de inscribirnos en un gimnasio: ¡una nueva etapa de nuestras vidas comenzaba ahora! Ejercicio, pesas, cardio… ¡Me imaginé en un par de meses los tres haciéndole la competencia al Arnold "Chuchenaguer" en sus mejores tiempos! Bajé del auto, riendo, contábamos chistes, como siempre. Lejos estaba de imaginar que un ser del tamaño de un cacahuate, sacaba filito a su aguijón, con sus ojos de pelota fijaba el objetivo y sus alitas hacían: ¡run, run, ruuuuuuuuun! Calentando motores.

Nos poníamos de acuerdo sobre la hora de comenzar las visitas al gimnasio a partir del siguiente día, caminé distraída hacia la reja de la cochera, iba casi pegada a la pared, como a medio metro, de pronto recuerdo que olvidé algo en el coche, di la vuelta para regresar, y entonces… ¡Zas! ¡Siento que algo se estrella adentro de mi ojo, grito, lo aprieto entre los parpados, siento que se mueve, con los dedos lo agarro, lo jalo, lo tallo, grito, lloro, es la sensación más horrible que he sentido en mi vida! ¡De pronto comienza a arderme, un ardor intenso, como si me rasparan con la punta de un clavo con chile!  Marifer y Travis están asustados, ven que me peleo con alguien pero es como si tratara de zafarme de una llave del hombre invisible.

Me da miedo saber qué traigo allí metido… a ellos también. Vamos rápidamente rumbo al hospital y llegando a recepción, me meten enseguida a un consultorio; ponen hielo, revisan. Ni rastros del atacante. El ojo hinchado… ¡y ese dolor, ese ardor intenso! El doctor le muestra  a mi hija, con una gran lupa y una lámpara de luz azul, el interior de mi ojo: la telita que lo cubre está rayada… ¡Cómo no iba a estarlo si restregué al infame intruso con todas mis fuerzas, como si estuviera lavando trapos en el lavadero!

Un enfermero muy “cute” me hizo un lavado profundo en el ojo: si así es como hace la limpieza de su casa queda contratado… ¡le falto sacármelo para enjuagarlo!… pero... ¡Que alivio! Me dan unas pastillas para el méndigo dolor que llega de repente como cincelada. Pasan los benditos minutos en grupos de a diez, me siento mejor… comienzo a reírme, bromeamos mi hija y yo, el doctor, el enfermero, me saco la foto “pal’ face”… Prescripción médica, antibiótico, antihistamínico… ¡así es la vida!

Regresamos a casa, el ojo hinchado hace “pum pum”. Mi hija y yo nos proponemos buscar el cadáver del agresor y… ¡ups! Marifer descubre que abajo de la caja medidora de luz, justo enfrente del lugar en donde estaba parada y me ataco el “hombre invisible” ¡hay un nido de avispas! Es del tamaño de un limón, quizás. Las avispas frenéticas zumban y trabajan rápido para hacer más grande su casa.

  
Así es, me pico una avispa. Seguramente era la comandante de sus fuerzas armadas, encargada de vigilar el espacio aéreo. O una avispa judicial cuidando a sus “parejotas”, o una avispa pandillera cuidando su territorio… o una avispa bélica, como muchos seres humanos, que me declaró la guerra solo por el placer de usar sus armas para lastimar… ¡que poderoso aguijón!  

En la madrugada desperté del dolor, el ojo me zumbaba. Ahora ya estoy mucho mejor… como todo en la vida, ya pasó.


Moraleja: “Cuídate del animal pequeño, aunque sea un insecto que luzca frágil e indefenso: ¡a veces son los que hacen más daño!” 

Ah! Y no, no fui al gimnasio...