Saturday, November 11, 2017

Yo soy Samuel… ¡y soy inocente!




 Entrevista a Samuel Quezada

Por Ana Salazar Cabarcos 

Son alrededor de las 8 de la noche.  Regreso cansada de trabajar, me pongo ropa más cómoda y preparo un delicioso café: “two creams and three splenda”: ¡un brebaje de los dioses! Alisto mis pinturas pues quiero trabajar un poco en uno de mis cuadros antes de irme a dormir.

Enciendo la computadora para poner un poco de música y abro mi página de Facebook para estar al tanto de los chismes y noticias del día. El buzón de mensajes privados intacto, no me gusta abrirlo porque me he llevado algunas sorpresas desagradables (fotos subidas de tono de hombres urgidos de aventura con quien se deje), o cadenas de oración, vendedores compulsivos… ¡nada que interese! Pero… el instinto me lleva a abrir un mensaje, se trata de Samuel Quezada.

Se presenta y quiere platicar por teléfono conmigo (Samuel vive en Aguascalientes), quiere contarme su historia. Él sabe que escribo y me pide que lo ayude “a limpiar su nombre, a recuperar a sus hijos, a que el mundo conozca la injusticia de que fue objeto”.

Al otro día, indecisa, lo llamo. Su voz es tímida, al principio se oye nervioso pero poco a poco se suelta y las palabras fluyen al principio como un pequeño rio… y después su relato es el océano mismo.

Me llena de datos, fechas, nombres, me habla de sus orígenes, de cómo llego a Estados Unidos, de la injusticia que dice hicieron con él, me cuenta de los hijos que nunca volvió a ver, de cómo quisiera que alguien le devolviera esos años que estuvo preso siendo inocente… y de pronto se le hace un nudo en la garganta, y llora y me contagia.

Entonces me pregunto: ¿Cuántos Samuel Quezada seguirán tras las rejas?

Esta es la historia…

Samuel ¿En dónde naciste, cómo fue tu infancia?

Nací en 1972 en la Ciudad de México, provengo de un matrimonio fracturado, ya que mi padre nos abandonó cuando yo tenía un año de edad. 

En la capital viví hasta la edad de 14 años. A inicios del ’88 decidimos mudarnos al estado de Aguascalientes, en donde estaba toda la familia de mi mamá.



¿Cómo fue que decidiste partir a Estados Unidos?

En el ’88, la mayoría de mis primos estaban radicando en el estado de Virginia, Estados Unidos. Uno de mis primos vino a visitar a sus padres y me invito a que me fuera con él, y acepté la invitación porque quería mejorar la situación económica y el nivel de vida de mi mama y mis hermanas. En diciembre viajé a Texas y de allí, a Virginia.


¿Cómo te ganabas la vida en Virginia?

Pues como todo inmigrante, trabajando en lo que saliera. De inicio trabajé en una granja donde criábamos pollos y pavos, duré como tres años trabajando allí. Luego me pasé a trabajar a una compañía donde se sacrificaban esas aves. En el año ’93, empecé a trabajar con unos americanos en un body shop, me inicié como “lijador”, después “empapelador” y pintor. A este americano de nombre Wain (mi ex jefe), le trabajé desde el ‘93 hasta el ’99.



¿Cuándo comenzó a cambiar  el rumbo de tu destino?

Con un cliente americano. En su momento tuve negocios con él en cuestión de trabajos de reparación de pintura que le hice a sus vehículos. Me pagó sólo  una parte del dinero, para ser exacto el 24 de febrero de 1998: dinero que según estaba marcado o que provenía de los fondos de la policía del estado (me enteré después).

Sin imaginar lo que estaba por venir, el 9 de marzo del ‘99, viajé a  Aguascalientes, México, porque tenía 10 años de no ver a mi madre y a mis hermanas y lo tomé como unas vacaciones, deseaba volver a casa.

¿Cuánto duraron ésas  vacaciones?

Estuve con mi mamá en el mes de marzo, abril, mayo y junio (1999). Para el  20  de junio, decidimos regresar mi esposa, mis dos hijos y yo. Volvimos a casa en Harrisonburg, Virginia, el 22 de junio para amanecer 23.

¿En qué momento comienza tu pesadilla?

Al día siguiente que regresamos a casa (23), voy al pueblo a pagar el recibo del teléfono y allí… ¡allí  empezó mi pesadilla!

Fui detenido por un oficial con la excusa de que había violado el reglamento de tránsito al traer vidrios polarizados: me orilló, llegaron más vehículos de la policía, inclusive trajeron a un perro entrenado con la intención de que revisara la camioneta a ver si no traía algo ilegal. Fui esposado y llevado a la cárcel del condado, bajo supuestos cargos de “distribución de drogas”.

¿Te imaginas? –dice Samuel con voz triste- hoy tienes esposa e hijos…un hogar formado… ¡y de repente ya no tienes nada!




¿Con quién estabas casado?

Ella es salvadoreña, nos casamos en 1993, teníamos 6 años de casados y dos hijos. El más grande se llama Erick Samuel…tenia 3 años si mal no recuerdo, y el día que me detuvieron el chiquito, el bebé, Leonardo, cumplía un año de edad -Samuel hace un esfuerzo para retener el llanto-, ese día era su cumpleaños.

¿Cuáles fueron los cargos?

Desde el principio todo fue muy confuso. El abogado que había conseguido mí en ese entonces, esposa, nunca me entregó documentos de nada, no me daba respuestas ni me explicaba cuáles eran las acusaciones o los cargos, todo lo mantenía en secreto.

¿Había pruebas en tu contra, testigos?

¡Todo era confuso! El abogado me decía que todo estaba bien… ¡y me hizo declararme culpable bajo engaños! ¡Me engaño y me hizo falsas promesas! Me dijo que si me declaraba culpable me darían 5 años de prisión, pero que el juez iba a suspender 4 años, y que a unos cuantos meses de que yo fuera a declararme culpable, en poco tiempo  saldría libre, deportado a México. ¡El abogado hizo que me echara la  culpa de algo que no hice, sin pruebas, sin testigos, no había nada!

Sí…-meditabundo- me declaré culpable por posesión de droga: algo que nunca en mi vida tuve ni me involucré… ¡todo fue un engaño!  Como te dije en un principio: jamás me entere realmente cuales eran los cargos en mi contra. Yo sólo creí en este abogado privado para que me defendiera… y terminó siendo mi peor enemigo.



¿Hubo contradicciones o errores en la investigación?

Sí, existen documentos del gobierno (de los Estados Unidos) donde aparece el nombre de mi primer abogado antes de conocerlo y contratarlo como abogado, documentos que no tienen los sellos de la corte, son documentos que fueron falsificados o alterados. Existen otros documentos que sí tienen los sellos de la corte. En algunos documentos estoy como Samuel Silva Quezada, meses después mi nombre fue cambiado a Sammy Silva Quezada, los números de los casos no coinciden unos con otros, se ven las alteraciones a simple vista: en donde era un número “3”  lo hacen parecer “5”. En un reporte sobre mi arresto (que sucedió en realidad el 23 de junio del ’99), lo elaboran el 4 de agosto del ’99 y especifican hora y lugar donde fui detenido con diferente fecha… ¡son documentos elaborados meses después! Mi fecha de arresto la manejan erróneamente como el 25 de junio.

En la comparecencia para dictar sentencia en mayo del 2000, mi nuevo abogado John Hard le hizo mención al juez de que hay una discrepancia respecto a la fecha del arresto... ¡las acusaciones no tienen validez! ¡Mi detención fue ilegal, arbitraria, no contaban con una orden de la corte firmada por un juez para hacerlo! Según por esto, cambiaron la fecha de detención para poder cubrir sus errores. Si hubiera contado con un buen abogado desde el principio, el caso y los cargos hubieran sido anulados…pero… ¡eso no sucedió! Fue un falso proceso.

El 30 de mayo del 2000  fui sentenciado ilegalmente por un juez federal  y privado de mi libertad, la sentencia: 6 años de prisión.

Nunca hubo reporte del supuesto arresto… ¡ni lo habrá! 18 años después no dejo de revisar cada día los documentos, plagados de irregularidades, de falsedades.

Fui ilegalmente privado de mi libertad, enviado de prisión en prisión, alejándome cada vez más de mi familia, de mis hijos.




¿Cómo fue el tiempo en prisión?

Cuando estuve en la prisión de Virginia, fui enviado a una cárcel de Oklahoma, de allí me mandaron a Arizona, por último terminé en la prisión de California City en donde cumplí con la falsa sentencia. Mientras me encontraba en prisión, la que era mi esposa batallaba por encontrar el sustento para nuestros dos pequeños hijos, para solventar el costo de vida en Estados Unidos, para pagar la “traila” que habíamos comprado, era nuestra casa. Ella se las vio muy duras: buscando quien le cuidara a los niños mientras ella trabajaba… fueron tiempos difíciles para ella y mis hijos. Veló por su seguridad, para que tuvieran algo que comer en la mesa… ¡fueron 5 largos años que ella tuvo que ser padre y madre!

¿Alguna vez trataste de contactar a los medios de comunicación?

Fue una lucha constante desde el principio. Inicialmente tuve contacto con una reportera de nombre Norma Roque, del canal 34 de Univisión, de la ciudad de Los Ángeles, California. Con ella mantuve correspondencia, trato verbal porque la conocí al interior de la prisión de California City, cuando fue a cubrir la gira de en aquel entonces,  un funcionario público del gobierno de México cuando era presidente Vicente Fox. Norma Roque se interesó en hacer un reportaje sobre mi historia. El reportaje no lo hizo, porque un abogado de New Port Beach que también conocí por medio de la radio, hizo un análisis de mi caso: él reviso los documentos y descubrió todas las irregularidades, me dijo que quería ayudarme, y aunque la reportera ya tenía la autorización de la televisora para hacer el reportaje, el abogado de pronto se retractó y dijo que no era conveniente involucrarse ya que estaban de por medio varios abogados y el gobierno.



También logré comunicación con reporteros de Miami, Florida: busqué a  Jorge Ramos y Teresa Rodríguez, con los que tuve una comunicación directamente por cartas y conversaciones por teléfono desde la prisión.

Supieron todo sobre mi caso…pero no… finalmente no quisieron tampoco involucrarse en esta historia tan sorprendente. No quisieron saber del tema, abrirlo a la opinión pública, les dio miedo porque trabajan de reporteros  y no quieren problemas con el gobierno, es lo que les da de comer, me mantuvieron en lo oculto, en las sombras.

Algo que les reprocho hasta hoy, especialmente al señor Jorge Ramos (quien se hace llamar “El ángel de los inmigrantes” en sus libros, y para nada lo es), son las palabras que me dijo en aquella conversación, yo, dentro de la prisión, y él en su oficina: “que tenía prohibido involucrarse en casos como el mío”, que “a él no le interesaba mi historia, que me comunicara con Teresa Rodríguez, que a lo mejor a ella sí”. Pasaron los días y al lograr hablar con Teresa Rodríguez, me dijo lo mismo que Ramos, y: “que yo estaba en un error, que estaba equivocado”.

Soy autor de dos libros. En el primer libro que escribí estando dentro de la prisión, les dedico un capitulo a ellos, bajo el título: “Reporteros censurados bajo suelo norteamericano”. En mi libro cito todas las cartas que envié a todos estos personajes.

Para mi Ramos fue una decepción… es lamentable que tenga miedo de sacar a la luz los atropellos que se cometen contra inmigrantes ignorantes que no pueden defenderse… como yo, y que se haga pasar por defensor de nuestras causas.

Le doy gracias a Dios de que no me sentenciaron a muerte, porque estoy seguro que aún sabiendo que era inocente, no hubieran hecho nada por mí y me hubieran dejado morir.

Me dirigí a los consulados mexicanos de las ciudades a donde me trasladaban para que alguien me ayudara… todos me ignoraron. En mi libro les dedico un capitulo llamado “Consulados esferas”. En mi libro cito todos los nombres de las personas a las que me acerqué pidiendo ayuda.



¿Tu familia estaba al tanto del infierno que estabas viviendo?

Los niños estaban muy chiquitos, y con la que era mi esposa sólo nos hablábamos por teléfono,  durante 5 años, no los volví a ver. Ellos estaban en Virginia y yo del otro lado del país.

¿Qué pasó cuando cumpliste la sentencia?

¡Otra irregularidad! ¡Otra injusticia en mi contra! Fui ilegalmente deportado por el Departamento de Inmigración a México, a pesar de que me negué a firmar la orden de deportación que tanto me insistían, porque como les dije: yo no tenía por qué haber vivido esa situación en la cárcel. Aun así, sin importar mis argumentos, mis evidencias, un 10 de octubre fui deportado.

Cuando te deportaron ¿Qué fue de tu esposa e hijos?

5 años después nos reencontramos en Aguascalientes, México, en la casa de mi madre. Yo salí de prisión el 10 de octubre del 2004 de la cárcel, ella hizo el viaje hasta diciembre, allí nos reencontramos todos. Mi hijo menor ya tenía 6 años, el mayor 8 o 9, ya estaban grandes.

Aquí conmigo tuve a mis hijos por 8 meses. Ella (la esposa) venía, se estaba un tiempo y regresaba a Virginia a trabajar y nos mandaba dinero para ayudarme a  mantener a los niños aquí, en Aguascalientes. Como a los 8 meses me di cuenta de algunas mentiras, de que me era infiel y la encaré, descubrí que tenía una doble vida, tuvimos una fuerte discusión y regresó a Estados Unidos… se llevó a mis hijos.

Hoy, hace 12 años que no he vuelto a ver a mis hijos. Me duele el no haber estado con ellos, el que hayan crecido sin la imagen de un padre     -la voz de Samuel se quiebra-… ¡los extraño mucho!

¿Sabes algo de tus hijos?

De mi hijo menor, Leonardo, sé, por lo que me ha contado gente allegada, que desde los 12 años de edad el niño fue a parar con una familia de americanos y lleva viviendo con ellos 7 u 8 años: hoy tiene 18… ¡no me explico cómo fue que mi hijo fue a parar con esa familia! No sé si se lo quito el gobierno o ella lo dio en adopción.

¡Quiero saber la verdad! ¿Cómo es que ella (la mamá) se llevó a mi hijo de mi lado, quitándole a su padre para entregarlo con gente ajena, que ni sus padres son?

Del mayor, Erick Samuel, 23 años de edad, parece que el sí vivió con su madre, luego vivió con una novia y regresó con su madre que desde hace 8 años se volvió a casar, rehízo su vida y tuvo dos hijos más.

Sé que toda esta experiencia afectó a mis hijos, que les dejó una dolorosa huella en su vida. Sé que mi hijo Leonardo me odia…y que mi hijo Erick ha tratado de lastimarse.

Por eso quiero sacar a la luz mi historia, que no quede en la impunidad. Por eso he vuelto a tocar puertas, porque quiero volver a ver a mis hijos y explicarles lo que me hicieron, que yo fui víctima de una injusticia y si no estuve con ellos, fue por las circunstancias, el destino, porque su madre así lo decidió.

¡Quiero ver a mis hijos a la cara y decirles cuanto los quiero! ¡Que los amo! ¡Que no fue mi culpa!

Samuel ¿rehiciste tu vida?

Caí en una fuerte depresión y conocí a una gran mujer, Roxana,  que me ayudo a salir adelante, me volví a casar, llevamos una relación de 9 años, tenemos tres hijos preciosos: el mayor de 9 años que se llama Leo Erick, porque quiero recordar siempre a mis hijos Leonardo y Erick. Cada vez que lo llamo -se le corta la voz-… ¡quiero recordar a mis hijos que me quito el gobierno, la policía, la cárcel, una mujer! Mi segundo hijo se llama Yamir Vladimir y -rompe a llorar-, mi último cachorrito, Axel Jaret.



                                                                  Su actual esposa Roxana, Leo Erick y Yamir

Cuando veo a mis criaturas de aquí, recuerdo a mis otros hijos, aquellos que perdí, que me quitaron. A mis chiquitos les hablo mucho de sus hermanos. Cuando me meto a las páginas del Facebook y veo publicaciones de mis hijos mayores, les digo a los pequeños: “¡esos son sus hermanos!”, y me preguntan ansiosos: “¿y cuándo van a venir a vernos nuestros hermanos?”… ¡y eso me destroza!

No creo que mis hijos sepan lo que sucedió en realidad…


Por eso te quise contar mi historia, Ana, para que tú se las cuentes a ellos.




Si quieres contactar con Samuel Quezada: silvaquezadasamuel1@gmail.com

Todos los nombres referidos, información y citas son responsabilidad del entrevistado. Esta entrevista es con fines periodísticos, objetiva y sin ningún interés político, legal o de lucro.  La escritora Ana Salazar Cabarcos se deslinda de cualquier responsabilidad.