Saturday, July 20, 2013

Fea con gracia

Por Anna Salazar Cabarcos


Ser fea con gracia es una gran ventaja, te da flexibilidad, es relajado, vives la vida sin presiones. Si hoy lo decides, puedes dejarte la cara lavada sin una gota de maquillaje, e irte al mercado a sentar en la barra de un puesto de “garnachas” y comerte cinco tacos y un atole sin remordimiento de conciencia, ya que a las feas se nos perdona todo, incluso las libras de más.

Una mañana te despiertas con ganas de verte linda, pones manos a la obra y te untas cuanto menjurje encuentras en el cajón de los cosméticos: chapitas rosadas, cejas perfectamente rellenas y delineadas, los ojos que hace un momento eran de Sharpei, se transforman en los de un búho: enormes. Los labios rojos y brillantes, las pestañas, cual gigantes abanicos abriendo y cerrando  coquetos… ¡Hay que echar mano a la tecnología camuflagística! Si tienes faja te avientas un clavado dentro de ella: te contorsionas, pujas, peleas con el trozo de tela elástica… ¡listo! ¡Cintura de avispa! Sacas del clóset tus mejores “trapos” y pruebas uno a uno cuál te sienta mejor. Si no tienes faja metes la panza y te aguantas la respiración frente al espejo. Ensayas las mejores poses, hay que verse sexy… corres por la cámara y ¡click! ¡click! ¡click! Ya están las fotos para el “face”. Eres una fea agraciada estéticamente.

Te lavas la cara, te liberas de la maldita faja y el disfraz de chica sexy, el pijama calientito de Hello Kitty llega como una bendición, el hermano y los amigos esperan para enfrentarnos en un video juego de luchas, de carreras de autos o tal vez veamos una peli de terror, ya hicieron palomitas y trajeron unas cervezas.

Mientras tanto las chicas bellas, las hermosas están en el spa, o en el “Mall” comprando para su guardarropa  lo más “inn” y “cool” de la temporada. O quizás preparándose para salir a cenar con un apuesto, rico e influyente galán.  Tan perfectas, tan sin arrugas, tan esbeltas y tan adictas al bisturí y a las pastillas quema grasa… ¡pero bellas al fin!

A las feas con gracia no nos quitan el sueño las “patas de gallo”, ni que se nos cuelguen los cachetes, tampoco el trasero frondoso y las “llantas” de agarradera. Podemos irnos de “camping” a la mismísima jungla, que la falta de cremas Dior y un jacuzzi no nos impedirán divertirnos a morir. Somos capaces de cambiar una llanta y embarrarnos de grasa, pegamos tabiques, le hacemos a la jardinería sin miedo a que se nos rompan las uñas: las feas las tenemos de queratina y las bellas, de gel.

A las feas con gracia no nos atormenta envejecer, ni ponernos guangas, no somos rehenes del bótox y sabemos, que el tiempo y sus efectos no se pueden detener… ¡Somos libres!

La belleza que se debe cultivar es la del alma, que es eterna y puede mantenerse joven a pesar del  estuche viejo o maltrecho. El músculo que debemos fortalecer y ejercitar es el cerebro, ya que él nos dará más satisfacciones que unos glúteos bien torneados o un abdomen de lavadero.
 
 

Monday, July 15, 2013

Centro Histórico de la Ciudad de México


 

¡Pásele! ¡Pásele!
Por Anna Salazar Cabarcos

 

Desde aquellos remotos años de 1520, la que es ahora la capital del país ya estaba convertida en el corazón comercial de México. Allí, los aztecas practicaban el ¨trueque¨: que consiste en intercambiar sin el uso de dinero, productos y servicios. Para las distintas transacciones se utilizaban también una especie de pañuelos o manteletas tejidas de algodón: el "cuauchtli" con valor de 65, 80 ó 100 granos de cacao, según la época.
Para transacciones menores, se utilizaban como moneda: tachuelas de cobre, plumas raras y canutillos de pluma con polvo de oro.

Cinco siglos después se sigue manteniendo la tradición. En las calles aledañas a la Plaza de la Constitución, conocida popularmente como Zócalo (una de las plazas más grandes del mundo en donde habitualmente tienen lugar eventos políticos, marchas de protesta, conciertos, desfiles y actos oficiales), comerciantes locales y otros,  venidos de municipios cercanos llegan a ofrecer sus productos. Lejos quedaron los intercambios de maíz y frijol, de gallinas y cacao.

Hoy, las calles están plagadas de productos ¨made in China¨, chucherías de ¨gringolandia¨, artesanías hechas de jade y bellas piedras con cintas de cuero, Robocop, Capitán América y Batman haciendo mejor trío que Los Panchos, posando con sus trajes guangos y músculos de hule espuma mal cosidos que tras una ¨cooperación¨, posan con los pequeñines para la foto del recuerdo. Aztecas con tenis Nike ejecutan danzas prehispánicas y por 10 pesitos, te hacen una ¨limpia¨ soplándote incienso y frotándote ramas de pirul por todo el cuerpo, para alejar a los malos espíritus.  

En Isabel la Católica  un hombre disfrazado de El Papa con sus respectivos paleros, hace señas obscenas para que los “anti católicos” se saquen fotos, invitando a la gente a sumarse a su religión, al club de Dios al que pertenecen  so pena de no entrar a su paraíso discriminatorio y más falso que una moneda de 3 pesos.

Por allá se pasea una ¨Monster High¨ viviente ofreciéndose a pintar las caritas de las pequeñas fans de las muñecas. Los cilindreros dejan libres las notas musicales  mientras dan vueltas a la manivela, estirando el sombrero en la pesca del billetito que ayude a matar el hambre.

Las “Marías”; fieles a las amplias y esponjadas faldas, a las blusas bellamente bordadas, deambulan en grupos acarreando a niños con caras tristes, sin esperanzas, de mirada dulce que siguiendo la tradición de los padres, no van a la escuela para aprender a leer y escribir, se conforman con hacer cursos intensivos en la escuela de la vida en donde aprenden a pedir “para un taco”, a llorar cuando pase alguien con cara de turista, a buscar un albergue para pasar la noche o una buena marquesina en la cual cubrirse de las torrenciales lluvias que por naturaleza, azotan al antiguo Valle de Texcoco.

“¡Pásele! ¡Pásele! ¡No le dé pena preguntar! ¡Más pena le debe dar traer ésas garras!” Grita un vendedor de ropa “de paca” apilada encima de un plástico en el suelo.

En la explanada de El Zócalo se lleva a cabo un concierto, las voces se entremezclan en el aire: en inglés una chavita aspirante a estrella canta canciones de Taylor Swift a todo pulmón, y a mi costado unas indígenas van platicando en dialecto, mientras enfrente un grupo de “fresas” exclaman maravillados que esto o aquello está “¡padrísimo!”, como si anduvieran de expedición por un país lejano y no en el que viven gobernado, quizás, por sus “papis”.

Mangos con chile, tlacoyos, tacos de chorizo, “merengues”, aguas frescas, pepitas… todo ahí, a tu paso.

Las lonas de colores manchan las calles de cantera gris, los policías juegan el juego de “el gato y el ratón” con los ambulantes que organizados, colocan estratégicamente vigías que  portan radios Motorola y celulares para ir avisando por dónde van los “polis”, que ridículamente cumpliendo con la ley (y digo ridículamente porque hasta la persona más estúpida se da cuenta que ambos están jugando), peinan a pie  las calles en busca de los ambulantes para confiscar sus artículos, seguidos por una camioneta oficial . Se da la voz de alarma por los radios, con gran maestría los vendedores enrollan los plásticos con la mercancía y corren con sus bultos a esconderse en los negocios vecinos que les sirven de refugio. Pasa la policía tranquilamente, todos se hacen disimulados, no bien han avanzado diez metros vuelven los plásticos a despanzurrarse con bolsos, maquillaje, juguetes de peluche, y por alguna razón mágica, inexplicable, los policías están impedidos de girar la cabeza para descubrirlos. Cinco minutos dura la tensión, entonces…

“¡Pásele! ¡Pásele! ¡Sale señora, sale señito! ¡Aquí le traemos su pan calientito!” “¡Pásele güera, qué va llevar, que le pongo, vara, vara!” “¡Pásele marchanta por su rica fruta! ¡No se quede con el antojo sino el chamaco le va a salir con cara de chicozapote!”

 Un canario sale de la jaula para darte un papelito con tu suerte…

 México exótico, cosmopolita, mágico, único, irreverente frente a la muerte, apasionado de la vida, ferviente de fe, religioso y místico, colorido, de miradas dulces, voces amables, con abrazos gratuitos, donde el  amor y la pasión se desborda en su arte,  su gente… ¡Pásele! ¡Pásele!