Wednesday, September 5, 2012

Ser comediante

Por Ana Salazar Cabarcos

Ser comediante es una de las cosas más difíciles y a la vez, gratificantes que existen. Trabajas en soledad dependiendo únicamente de tu talento, de pronto te encuentras en un escenario que parece eterno, en una playa desierta de piso de madera y una decena de soles en forma de reflectores cegándote, iluminando cada centímetro de la anatomía, exponiéndote de lleno a la crítica y a la observación minuciosa. Del otro lado, escondidos tras la luz cegadora, cientos de ojos puestos en la figura parada en medio de la nada, con las bocas horizontales y los oídos ávidos de escuchar cómo ése osado ser, transforma lo cotidiano en fabuloso, parodia el dolor y la tristeza, se mofa de la vida, de la muerte  y de sí mismo.

El comediante sublima al peladito de la calle, a la sirvienta pueblerina, al mendigo, al borrachito dicharachero, a personajes que en la vida diaria pasan inadvertidos y que allí, son el centro del universo, el eje que hace girar la imaginación y a bofetadas, despiertan al humor que reacciona a carcajadas.

Para ser comediante se debe ser valiente, aprender a reírse de uno mismo rayando en ocasiones en una crueldad que a la larga, cubre de callos  la autoestima y la hace indestructible, férrea, sólida como un muro de concreto. Sólo venciendo el temor a la crítica y la autocensura, encontrará  libertad para crear.

Pero contrariamente a lo que pudiera pensarse, es un ser altamente sensible porque para encontrar el humor de la vida: que es como buscar pepitas de oro en un río de aguas revueltas, sus sentidos están sumamente desarrollados, y sufre, se acongoja, se siente incomprendido en un mundo al que poco le interesa reír o ser feliz.

Al terminar el espectáculo el artista guarda los aplausos en su caja de maquillaje, las risas las enreda en la peluca o debajo del sobrero y marcha, solitario, a refugiarse a su guarida en donde a veces existe más dolor y tristezas que en otros lugares, en donde hay soledad, desamor… a veces hambre… al mundo que nadie conoce porque nadie podría concebir que un artista de la risa pueda sentir tristeza o pasar penurias.

A veces se es menospreciado, mal pagado y visto como un accesorio más de los espectáculos en donde se da prioridad a la belleza física antes que al talento. El comediante es un ser mágico, valeroso, creativo y digno al que se le debe querer y respetar, pues tienen la misión de hacernos olvidar las tragedias diarias y aunque sea por un momento, transportarnos a un mundo en donde una vez adentro, no puedes dejar de reír.

Dedicado a todos mis compañeros comediantes, con todo mi amor y respeto.

1 comment:

  1. Comediantes como tú, Eleazar, Chupitos, hay pocos; yo apenitas me asomé en unas clases de teatro, un par de obras, pero me sirvió para darme cuenta de cosas raras sobre mí misma, cosas que yo ignoraba. Unas horas antes de salir a escena por 1a vez se murió mi papa, en Caracas, y no solo es que no lloré, sino que salí a cantar y bailar, muerta de la risa. Iba de vuelta a mi casa manejando, como al mes de su muerte, y tuve que parar porque me vino un ataque convulsivo de lágrimas.

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