Por Ana Salazar Cabarcos
Juré no sentir más odio por ti,
porque el odio es hermano del amor,
así que de un solo tajo arranqué ambas cosas:
odio y amor,
los tuve entre en mis manos
que eran como garras.
Ese día me desangré,
aullé de dolor,
me revolqué de angustia muchas lunas,
mis lágrimas inundaron más de una vez la habitación,
me monté en un bote
y partí sobre esas aguas saladas de mis ojos,
a un mar sin color;
allí no existía ni el cielo ni la tierra,
no había principio ni fin.
Tomé con rabia ambos sentimientos:
Odio y amor…
los agarré del cuello y los sumergí sin piedad,
ignorando sus gritos,
su desesperación,
su desesperación,
y cuando dieron el último suspiro
me sentí liberada,
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