Salvemos hijos abandonados
Por Anna Salazar Cabarcos
Los hijos son ese milagro de vida
que se nos regala, independientemente si los merecemos o de si somos capaces de
ser padres. Los hijos no piden nacer, llegan al mundo por decisión de dos
adultos: la mejor manera es que sea como fruto del amor, pero otras veces arriban
producto de una noche de copas, de trampas para "amarrar" al objeto
de deseo o de un látex defectuoso... pero ellos, no piden nacer.
Defendemos a los animales del
maltrato, se odia a los toreros que matan cada temporada a un toro en la plaza
y, saliendo de la cruel corrida, nos vamos indignados a llorar la pena del toro
frente a una buena birria o unos tacos de suadero. Protestamos por la
destrucción del medio ambiente, por la contaminación, realizamos marchas y
protestas y refrescamos las gargantas cansadas de gritar: "¡Salvemos al
mundo!", con una Coca Cola bien fría (cuyo envase de plástico quedará
vigente en el planeta miles de aňos). Denunciamos a políticos corruptos, a
caciques, nos quejamos de la delincuencia organizada de manera desorganizada
llevando siempre en el bolsillo dinerito extra, por si hay que pagar
"mordida" a un policía cuando nos pasamos un alto o para brincar la
fila en alguna oficina de gobierno.
Pero... ¿quién hace algo por los
hijos que son olvidados por un padre o una madre? ¿quién del público que lucha
por causas, siente compasión por aquell@s niň@s que viven una ausencia tan
grande, ese vacío que se arrastra toda la vida, que deja cicatrices, que deja
secuelas como la polio?
¡Cuántos padres van teniendo
hijos sin ton ni son, dejándolos regados como flores silvestres en el camino!
Algunas de ésas flores sobrevivirán porque son sus favoritas, por suerte, pero otras,
morirán marchitas, secas. Los hijos no piden nacer...
Defendemos a los animales, al
medio ambiente, protegemos al planeta con el argumento de que "es el legado
para nuestros hijos" pero... ¿para qué sirve un mundo limpio y perfecto
con niňos tristes, heridos del alma?
La misma atención que sufre
alguien que lastime a un indefenso animalito, debería sufrirla un padre/madre
que lastime física o emocionalmente a un indefenso ser humano. Con el mismo
rigor que seňalamos a quienes destruyen el planeta, debemos seňalar a quienes
destruyen la autoestima y el futuro de nuestros hijos. Así como nos ofenden los
corruptos, los delincuentes y los bandidos, tendrían que ofendernos los miles,
millones de irresponsables disfrazados de padres y de madres que con sus actos,
van creando adultos tristes, adultos con el corazón lleno de cicatrices.
Los niňos no son sólo míos o
tuyos, de él o de ella, los hijos son de todos... ¡son hijos de la humanidad!