Por Ana Salazar Cabarcos
Me encuentro
un beso tirado en el suelo, pienso en patearlo pero se ve nuevo. Curiosa, me agacho y lo levanto, lo observo
detenidamente en la palma de mi mano extendida.
¡Sí, sí es
nuevo!… porque está nervioso y ansioso de colgarse a unos labios. Seguramente
es de un amante abandonado, un amor decepcionado o algún tímido primerizo que
no se atrevió a lanzarlo.
¿Lo tiro, o
me lo llevo? Mejor lo dejo pegado al tronco del árbol, junto al corazón con la “J”
y la “M” tallado en la corteza, tal vez esta noche en el parque, le haga más falta al atrevido Juan o a la ardiente María.