Ana Salazar Cabarcos
Los peores
tiempos de la humanidad, aún están por venir. Nos enteramos de las noticias y
nos escandalizamos de la violencia, la crueldad y la inmundicia que hay “allá
afuera”, sin tomar conciencia de cómo estamos criando a nuestros hijos “aquí
adentro”. Existen dos categoría de éstos niños: el “Sepalachi tecno”, que tiene
de nannie a la televisión y de fiel compañero
un Android, y el “Sepalachi burbuja”,
que tiene prohibido todo contacto con la tecnología y sus únicas fuentes de
información, son su papá y su mamá quienes luchan contra el mundo, para que
nadie les arruine el experimento.
Esta
generación de niños está inmersa en un mundo material, en el que la ficción
juega un rol importante. Son un accesorio de lujo que inevitablemente crecerá y
cobrará las facturas, porque son seres humanos con sentimientos y con las
mismas necesidades de afecto, disciplina y respeto que los seres humanos de
siglos atrás. Ellos también quieren descubrir el mundo con sus manos, con sus
ojos, tienen que aprender a tomar decisiones, crear su propia personalidad, y
no sólo ser títeres y relleno en la vida de padres con baja autoestima y vacíos
existenciales.
No tenemos tiempo
para ellos porque estamos muy preocupados exprimiendo billetes a las horas, o
llevando a cabo nuestras aventuras sentimentales interminables e intermitentes,
jugando al “yo-yo-yo”, y cada que
podemos, los contaminamos con ideas que absorbemos de oídas, de nuestro
razonamiento cada vez más primitivo o nos enteramos a través de esa fuente de
sabiduría para holgazanes que detestan leer libros, llamada Google.
Muchos
de los niños de 2 años en este momento, son “veganos” “vegetarianos”, no les
han puesto vacunas porque según sus padres, se trata de una estrategia de los
gobiernos para asesinar a la humanidad, mercurio, complots (vaya que Hollywood
ha causado estragos con sus películas). Por el contrario, otros se alimentan de pura
comida chatarra, mamá está tan ocupada haciendo dinero para pagar las tarjeras
de crédito, que ni loca se pone a preparar una sopa caliente. A estos niños por
igual se les permite todo: ser desordenados, hacer berrinches, majaderías,
golpear a los padres, faltarle el respeto a los adultos, son egoístas,
egocentristas, muy “delicados”: corregirlos, sería traumarlos, así es que hay
que dejarlos crecer libres, silvestres…salvajes.
Es
curioso porque este tipo de padres que crían a la generación “Sepalachi”, en su
infancia fueron alimentados de una manera “normal”, por así decirlo, sana, se
ensuciaron brincoteando en el lodo sin adquirir ningún virus mortal, no sabían
del Lysol, ni desinfectaban absolutamente todo lo que tocaban, jugaron con
lombrices, gusanos y entre amiguitos le tomaban todos a la misma botella de
agua sin horrorizarse y fueron vacunados. Generaciones atrás se nos inculcó el
respeto a los padres, valores, principios, se nos pusieron reglas y estamos aquí, vivitos, sanos y fuertes, entonces
¿Quiénes somos para privar a los niños de una infancia común y corriente como
la que tuvimos nosotros?
La generación
“Sepalachi” crecerá, llena de complejos, traumas, antisociales, con rencor a
los padres, sin respeto a la autoridad, como a unos los obligaron a llevar una
dieta miserable a base de verduras insípidas, batidos de frutas con espinacas y
mucha agua, cuando sean adultos darán rienda suelta a la exploración de la
comida, para decidir lo que les gusta o no, y quizás terminen con una obesidad
rebelde…esperemos que no. Y aquellos que se alimentaron a base de basura tal
vez, sufran de cáncer a edades más tempranas, o diabetes…quizás nos odiarán a
todos por haber permitido que se experimentara con sus vidas, o tal vez hartos
de tanta estupidez crezcan y ellos sean los que salven a esta humanidad tan
deteriorada que de humana no tiene nada…quizás, tal vez, quizás, tal vez,
quizás, talvez…
La única
realidad es que la generación “Sepalachi” ha empezado a florecer y lentamente
crece.
Generación “Sepalachi”:
¡Sepa la chi… ngada que va a ser de ellos!